Era vasco, nacido en Durango, ciudad del señorío de Vizcaya. Hijo del gobernador don Nicolás Ibáñez de Zavala, caballero de la Orden de Calatrava, y de doña Catalina Gortázar, fue bautizado el 6 de octubre de 1682.
Militar desde muy joven, participó en múltiples campañas en las que se destacó por su valor. Entre ellas, distintos episodios de la Guerra de Sucesión. Perdió el brazo derecho durante el cerco de Lérida y desde entonces tuvo que usar uno de plata que a menudo llevaba, digna condecoración, colgado del cuello.
En 1716, el Rey de España designó a Zabala Gobernador de Buenos Aires y Capitán General del Río de la Plata.
Antes incluso de salir de la península, este preparó un informe sobre la situación militar, que elevó a la Junta de Guerra de las Indias el 3 de marzo de ese año, y que determinó al rey a mejorar las defensas de Buenos Aires, reforzar su guarnición y constituir una escuadrilla de guardacostas.
El 12 de octubre el monarca le encomendó la vigilancia de las cercanías de Montevideo y Maldonado. También debía impedir cualquier contacto de los portugueses con los pobladores de Buenos Aires y la salida de los habitantes de Colonia más allá de los límites trazados por un tiro de cañón.
Zabala desembarcó en Buenos Aires el 11 de junio de 1717, en el marco del enfrentamiento entre el ya debilitado imperio colonial español y una Gran Bretaña, potencia marítima crecientemente industrializada, convertida en duro peligro para el mantenimiento de sus colonias americanas, aliada y en gran medida inspiradora de las políticas antihispánicas del reino de Portugal. (Un detalle significativo: durante las negociaciones de Utrecht, el delegado británico se había negado a firmar el tratado si la Colonia del Sacramento –fundada por los portugueses en violación del tratado de Tordesillas pero en ese momento en manos de España- no era devuelta a Portugal).
Cada vez más preocupado por las políticas de expansión lusitanas, el 13 de noviembre de ese mismo año, Felipe V emite una Real Orden en la que le encarga poblar y fortificar “los puestos de Montevideo y Maldonado” “para que ni Portugueses ni otra nación alguna se apodere ni fortifique en esos parajes…”, orden reiterada en 1718, luego de la ruptura con Inglaterra, y en enero de 1720.
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